domingo, 20 de junio de 2010

EL ACTOR-POETA, EN EL SENTIDO ETIMOLÓGICO DEL TÉRMINO


A las afueras y sobre las alturas de Yotala, pueblo a 12 kilómetro de Sucre en Bolivia, se encuentra el Teatro de los Andes. Comunidad teatral y centro de producción y formación, fundado y dirigido por el argentino Cesar Brie, alberga a un grupo multifacético e interracial de artistas que deslumbra por la calidad de sus producciones y el compromiso político y social de las mismas. Un día de calor, como muchos días del departamento sureño de Chuquisaca, luego de curzar el arroyo y subir el cerro que separa el Teatro del pueblo, encontramos a la compañía en el último ensayo de su versión de La Odisea antes de partir de gira por Italia y España. Luego de esto, pudimos conversar su mentor y director.

Imágen del espectáculo "Te duele"

ENTREVISTA A CESAR BRIE
(extracto)
Por Daniel Giovannini y Florencia Dansilio
Yotala, Bolivia
2009

¿Cómo funciona y se mantiene esto?

Yo ahorré 70000 mil dólares en Italia para hacer esto, el sueño de un teatro independiente. Entonces al final elegí Bolivia. Y sabía que tenía que tener lo esencial: un medio de transporte, un lugar dónde alojar a los actores, un lugar dónde trabajar y equipo de luces…mínimo, muy pequeño, al principio lo hice con 13 faroles de 500 watios nada más, para no depender de nadie. Entonces…el coche que compramos (éramos muy gringos cuando llegamos) era una vagoneta nueva, ahí gastamos 25000 dólares, gastamos más en la vagoneta que en la casa, la casa nos costó mucho menos, pero esto estaba destruido, inhabitado e incultivado. Y aquí construimos, construimos el teatro y las salitas para quedarnos. Vivíamos de a dos por habitaciones. Y ahí empezamos, sin sueldo, nada, por varios años. Hasta que en cierto punto pudimos darnos un sueldo, un sueldo muy bajo, pero un sueldo digno para Bolivia. Y entonces aquí vivimos y trabajamos. Y somos independientes, no dependemos de nadie, podemos…hacer exactamente lo que queremos. Pagamos con una cierta pobreza, con una cierta dificultad para sostenernos, pero no sostenemos, porque vivimos del público. Eso significa que el día que empecemos a hacer huevadas y que no venga el público a vernos, vamos a merecer morirnos, y entonces vamos a dedicarnos a la agricultura y ya no al teatro. O sea que mientras sigamos diciéndole algo a la gente, la gente va a seguir viéndonos. Entonces, aquí preparamos las obras, aquí hacemos talleres y aquí partimos: por todo el país, por toda América Latina y el mundo. Y con el dinero que recaudamos, hacemos durar nuestra estructura económica, que somos una “asociación cultural sin fines de lucro”. Cuando ganamos, depositamos…a veces cuando la cuenta se va achicando, tenemos que hacer alguna gira para respirar más tranquilos. Hasta ahora lo hemos logrado…

El Teatro de los Andes es mucho más que actuar, es convivir también ¿no?

Si, digamos que ha cambiado un poco la película cuando nosotros empezamos a tener hijos. Este teatro sin darnos cuenta había sido un teatro para solteros. Cuando empezamos a tener hijos tuvimos que repensar un poco la cosa, en el sentido que tu puedes hacer un sacrificio, pero no se lo puedes obliga a hacer a tus wawos. Entonces, digamos que nuestros hijos nos obligaron a una menor movilidad y a un mayor costo. Pero bueno, estamos viendo como hacerlo…La convivencia tiene una cuestión del ejercicio de la solidaridad. Pero es fundamentalmente es una necesidad. Por un lado, le enseñas a la gente a ser solidario pero por otro lado no teorizamos la comunidad, no somos devotos de vivir en común, devotos…no. Cada uno respeta mucho el espacio. Yo, en la habitación grande de los chicos, habré entrado dos veces en un año. Y en algunas no entro nunca…porque son de ellos. El que vive ahí es como si fuera el dueño de eso, hasta que se vaya. Es decir, hay mucho respeto de la intimidad. Aquí hay un desayuno en común, un almuerzo y una cena tres veces por semana. Pero la cena queda lista, cada uno come cuando quiere. Vida común, el momento común digamos, es el almuerzo…o las fiestas, los cumpleaños.

¿Cómo se conforma el repertorio del Teatro?

Uy…hemos hecho tantas obras…La primer obra que creamos aquí fue “Colón” una sátira sobre la conquista española. Y llegamos con dos obras: un monólogo mío, “El mar en el bolsillo” que todavía hago y “Romeo y Julieta”, una versión libre que hemos hecho de la obra original de Shakespeare. Colón fue el primero, luego hicimos un espectáculo de música, “Canciones”…bueno, aquí están los afiches, “Desde lejos”, después hicimos “Ubú en Bolivia”, el Ubu de Jerry adaptado al contexto boliviano, después “Las abarcas del tiempo”. Habíamos hecho también el espectáculo “Calles 2”, que contenía uno llamado “El mar” (porque Bolivia perdió el mar) y el otro llamado “Juan Daniel” (basado en un cuento de Horacio Quiroga), que eran espectáculos callejeros. Luego hicimos “Gran Viky” con un grupo de alumnos, que era un espectáculo sobre la generación “rosada” por la violencia, que sería la generación después de la nuestra, nuestros hijos digamos. Después hicimos “La Ilíada”, hicimos “La cueva del lobo” que es una adaptación que yo hice para teatro de un cuento muy chistoso de Boris Vian que se llama “El lobo feroz”…es la historia de un lobo vegetariano, que en las noches de luna llena, como ha sido mordido por un hombre lobo, se va a la ciudad porque se convierte en hombre: putas, restaurantes…y después añora que haya luna llena para volver a la ciudad! Era una obra para niños y adultos. Los niños creían que ella era la novia, los adultos pensaban que era una puta, había ese doble juego todo el tiempo. Bueno, luego de eso, hemos hecho monólogos: “Solo los giles mueren de amor”, “La muerte de Suma Mani”, “La mujer de anteojos” (basado en una historia de Galeano). Después hicimos “En un sol amarillo”, “Frágil”, una obra sobre la pérdida de la infancia. En un sol amarillo es una obra sobre el terremoto y la corrupción. Después hicimos “Te duele” una obra sobre la violencia familiar, con dos actores…Hicimos “120 kilos de jazz”, un monólogo que yo escribí y ahora…”La odisea”. ¿Me estoy olvidando de algo?...Ah sí, otra es “Marcelo”, una obra sobre la vida de Marcelo Quiroz Santacruz, que fue el más grande intelectual que tuvo Bolivia, asesinado en el 80 por García Mesa bajo el mandato de Banzen.


(…)

En relación a tu última producción, La Odisea, me gustaría saber ¿cómo fue el proceso creativo de la obra? ¿Sigue la línea de las obras anteriores?

Yo creo que hay un estilo, yo creo que uno no se puede salvar de un estilo…Lo importante es que no hay una manera, sino un estilo. La diferencia entre estilo y manera, que la determina teóricamente Vicente Huidobro, el gran poeta chileno. Y Huidobro dice, la diferencia es esta, cuando existe un equilibro entre la sensibilidad con la cual se absorbe al mundo y la técnica con la que se lo expresa, hay un estilo. Cuando hay un desequilibrio entre estos dos momentos, hay una manera. Eso es lo que generalmente aventaja a la técnica y desventaja a la sensibilidad. Virtuosos inútiles, sin nada que decir, por ejemplo. Creo que tenemos un estilo, un estilo de estar, un estilo de búsqueda. Pero claro, nosotros nos hemos puesto preguntas, cada obra es un reto. La Odisea es la obra que más tiempo nos ha costado, hemos estado un año costado un año y medio trabajando, además hemos integrado alumnos. Hemos hecho tres talleres y cinco de estos alumnos han entrado a la Odisea, junto con mis actores: son nueve actores, cinco alumnos y cuatro de mis actores. Con ellos, hemos hecho La Odisea. Y en La Odisea hemos investigado diferentes caminos. Eso lo cuento un poco en el libro. Y uno de los caminos fue interrogar en el “yo”. Estoy convencido que el coro, para tener sentido hoy en día, es un coro que debe reflejar lo íntimo. Lo íntimo que le aloja en todos nosotros. El yo que refleja el nosotros de algún modo, el colectivo reflejado a través de la cosa más personal. Eso es una búsqueda que estoy haciendo hace varios años que me interesa mucho. Es una parte de nuestro trabajo. El otro ha sido el mito de Homero. El mito de Homero…es decir, contar la Odisea tal como es, sintetizada obviamente. Transformar ese texto en un texto contemporáneo. Eso me ha llevado a reducir ese texto, quitarle muchas cosas y dejarle esencias. Y el otro aspecto fue la relación entre la Odisea y el tema de la emigración, que es el tema más importante hoy en día en Bolivia. Porque Bolivia es un país en donde hay 7 millones de habitantes y hay casi 2 millones afuera, es decir que habría 9 millones, si volvieran todos, si volvieran los que se han ido. Es un país que ha sido vaciado. Como lo fue Uruguay en el período de la dictadura. En Bolivia se ha ido el 20/25% de la población del país. He ido a hacer espectáculos en Ushuaia, colonia boliviana en Ushuaia son 4000 personas. Entonces hemos enfrentado todos esos diferentes hilos y hemos tratado de mezclar todos los hilos. Más el hilo de todo lo que es la cultura inmensa que este país tiene, que la contiene en sus danzas y en sus canciones. Entonces hemos también trabajado en las danzas, y todo el sector de la obra que trata sobre la emigración lo hemos hecho con danzas. Como también en la Ilíada, todas las batallas las hemos hecho con danzas. Que era el éxodo aquí lo hemos hecho con danzas. Y esos hilos los hemos tejido y al inicio teníamos un material que daba para hacer una obra de seis horas y cortando, cortando y cortando terminamos en dos horas y media, que es lo que dura la obra. En dos actos, un acto de una hora y media y otro acto de una hora. Inicialmente iba a ser de tres actos pero…lo decidí al final de hacerlo en dos.


Afrodita, Calipso y Ulises en La Odiesea

Y en relación al público: ¿cuál es el público objetivo? Por lo que entiendo, ustedes tienen el público local (que sería la gente del pueblo o mismo de Sucre), un público regional, compuesto más de gente de teatro cuando ustedes van de gira por América Latina y el público europeo…Es decir, distintos públicos, muy diferentes entre sí con una misma propuesta. Eso es un gran desafío ¿no?

Bueno, eso es una cosa que me exigí a mí, por eso vine a Bolivia también. Quería un teatro que fuera comprensible por diversos sectores culturales y al mismo tiempo alto, de alta calidad. Mi objetivo era ese. Qué es un poco querer hacer de un cuadrado un círculo, bastante imposible, querer hacer un teatro de vanguardia y al mismo tiempo popular, como aceite y agua. Pero en algunos momentos lo hemos logrado. A mí me interesa un teatro que hable a las diversas personas, no un teatro humanístico para pocos. Un teatro para todos, pero también un teatro que en su aparente sencillez sea complejo, sea profundo, que diga algo. Ese es el desafío. Una especie de contradicción en términos, pero eso es lo que tratamos de hacer. Por eso me vine a Bolivia. Si hubiese querido hacer un teatro para elites me hubiese ido a Buenos Aires o me hubiese quedado en Europa, haciendo un teatro para pequeñas minorías, que dijeran “ah que interesante”… Porque hay artistas que trabajan para una elite y hay artistas que trabajan para la gente. Yo trabajo para ambos, entonces trato de oscilar entre esos dos mundos y a veces hay obras más populares y a veces obras menos accesibles para decirlo de alguna manera. Pero por ejemplo, la obra sobre Marcelo Quiroga, que es una obra difícil de hacerla en sectores populares, cada vez que la hacemos hay 700 personas viéndola…en La Paz, en Santa Cruz, en Cochabamba…y el público de Bolivia siempre es un público muy amplio. Ahora con los hechos racistas y con el público que viene a vernos, el público se ha vuelto más proletario que antes, y ahora eso me gusta. Y es más, he decidido cuando vuelva a hacer obras de teatro, porque ahora luego de la Odisea he decidido hacer un poco de cine, he decidido trabajar con campesinos. No con público campesino, sino trabajar con campesinos, trabajar con ellos. Ese un objetivo que tengo para mi futuro teatral. Estoy volviendo a estudiar el quechua, estoy volviendo a lo que el inicio pensaba hacer y lo que un poco la realidad me fue cambiando. Y ahora he decidido que voy a priorizar.

¿Eso implica que se armen talleres para los campesinos o vas a trabajar de una forma más espontánea con esta población?

Ambas cosas, ambas cosas. Mi sueño sería formar un grupo de teatro de campesinos en quechua. Que ellos puedan después hacer las obras en todas las comunidades…también en las ciudades, en el exterior ¿por qué no? De alta calidad, pero en quechua.


¿Para cuándo Montevideo?

En Montevideo hemos estado ya dos veces: una vez yo estuve con un monólogo en El Galpón, hace dos o tres años atrás. Y después estuvimos con las Abarcas del Tiempo y Ubú en Bolivia, en el Festival de los críticos cuando existía…

¿Quisieras agregar alguna cosa más?

Bueno, solo que la idea de este lugar es crear un oasis para artistas. Mi objetivo tampoco es reinar aquí, solo que esto siga en manos de artistas que sepan que lo irrenunciable de un artista es hacer su trabajo. Entonces esto es una oportunidad de que cada uno pueda hacer su trabajo sin pedir permiso, sin pedir permiso a los productores, sin pedir permiso a los políticos sobre todo, sin pedir permiso al hambre. Crear una realidad por la cual dedicás una parte a cultivar y una parte a crear. Claro que luego lo que determina todo es que si hacés un buen teatro lo lográs vender y si hacés un mal teatro o un teatro solo para elites, no lo lográs vender. De algún modo, nosotros estamos obligados a hacer un teatro para la gente, porque es la gente la que nos da de comer.

Y paradójicamente en eso radica la autonomía…

La autonomía radica ahí. Por ejemplo en Buenos Aires existe la lógica de decir “no, yo no tengo que vivir de mi trabajo porque sino se vuelve comercial”. Es una cosa muy en boga en las vanguardias. Entonces yo digo, “bueno, pero vives de tus alumnos, vives también de un mercado, entonces lo que has hecho es correr el mercado”. Entonces yo acá, prefiero decir, yo hago teatro y vivo del teatro que hago y claro, vivimos ajustadamente, con un salario muy bajo, digno pero bajo, en Europa nadie viviría con este salario. Aquí nos sostenemos. Y la idea de este lugar es que aquí se gasta poco para vivir, entonces eso te permite ampliar los recursos, disminuir las necesidades, que es el modo en que los “pobres” sobreviven.
La Odisea



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